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EL LUGAR DONDE NACE MUNDAYA

No me creo la suerte que tengo. Cruzar cada día el camino que separa Villa Mundaya del Taller, me pone los pelos como escarpias de la emoción. Me hace tan feliz que, por las noches al cerrar los ojos, sueño con ello. Como es algo tan importante para mí y es la esencia de Mundaya, por lo que te invito a conocerlo desde dentro.

Entrar en el Taller Mundaya es todo un ritual . Sea la época que sea, lo primero que siempre hago es poner la música a tope. ¿Cuál? Aquí, como buena gallega tengo que decirte: depende. Si tengo un día de mucha tarea de oficina, algo como Ludovico Einaudi me suele ir bien. Si es día de ajetreo (la mayoría) me voy al rock y puedo pasarme la semana escuchando Kasabian, Franz Ferdinand o Blur en bucle. Mis días favoritos son aquellos en los que sólo voy al ordenador a elegir la música. 

Pero veamos qué sucede en un día normal. A primera hora contesto emails, suelen ser cosas administrativas. A esta tarea vuelvo a última hora antes de cerrar a mediodía, al entrar por la tarde y al cerrar otra vez. Lo que hago entre medias es la parte divertida.

Normalmente organizo las tareas en bloque. Es decir un día me dedico a marcar todo, al siguiente cortarlo, al siguiente remallarlo y continuo con todos los procesos. En el taller, de momento, estoy yo sola, así que la organización es esencial para cumplir con los plazos. Aún así, no te voy a mentir: hay veces que los imprevistos ganan la batalla.

 Si conoces la marca desde hace tiempo sabrás que trabajo con diferentes telas, pero siempre de algodón. No obstante, todas son distintas y algunas son tan fuertes que incluso parece que tengan vida propia, así que a veces la lucha para llegar a dominarlas puede ser épica. Para estas batallas nada como como escuchar The Prodigy. 

Llega el momento que más me gusta del día, llega casi al final. Es cuando preparo todos los paquetes que serán recogidos al día siguiente por el servicio de mensajería.



Y aquí sí que tengo un ritual fijo. Primero recojo la mesa y preparo espacio para trabajar cómodamente. Y después, la música. Normalmente escojo entre Daft Punk y Woodkid. Escribo todas las tarjetas de agradecimiento personalizadas en los tarjetones, en ellos está impresa la historia de Mundaya. Coloco cada una con el bolso correspondiente y entonces, salgo al jardín. Me gustae nviar un pedacito de Villa Mundaya en cada paquete, así que elijo entre hojas de ciprés, romero, menta, flores de lavanda, paniculata e incluso margaritas. 

Con mimo y cuidado, envuelvo cada bolso en su caja de cartón reciclable, con su tarjeta y sus flores. 

Me resulta muy reconfortante hacer esto, porque siento que te acerco algo más de mí, aparte del trabajo bien hecho.

Este es el momento feliz, en el que me voy del taller con la sensación del trabajo bien hecho, sabiendo que al día siguiente yo volveré con más ganas y habrá un Mundaya más en cualquier sitio del país. 

¿Quieres saber más de mi? Descubre más acerca de la artesana que hay detrás de Mundaya y explora los bolsos, mochilas y bomboneras Mundaya en nuestra tienda. A continuación te dejo #RadioMundaya, la playlist de Spotify que animará tus días como los días en el Taller Mundaya.

 

 

¡HOLA! Soy Lara

Soy Lara, la persona al frente de Mundaya.

Cuando era pequeña, quise ser (entre otras cosas) bióloga marina. Al acercarse el momento de la Selectividad, pensé en ser filóloga; pero, mira tú por dónde, la vida tenía guardadas en la manga otras cosas para mí.

El diseño se cruzó en mi camino -¡en el mío!, que nunca había tenido especial interés por el dibujo o el color, por el punto o la línea-. Y, sin embargo, un buen día todo eso cambió. Tanto que soy diseñadora de interiores y estoy en proceso de ser diseñadora de producto.

A eso hay que sumarle un hecho nada menor: resulta que hace años mi abuela (Lela) me enseñó a manejar su máquina de coser, que yo manipulaba con temeridad y alevosía hasta que me cosí un dedo y se acabó lo que se daba. Ahí abandoné el gusanillo de la costura, hasta no hace demasiado, cuando volvió a picarme de nuevo y lo retomé con alegría, ilusión y muchas ganas. Desde entonces, me he dedicado a cultivar el estilo Mundaya*.

¿En qué consiste? Pues en reivindicar lo sencillo, lo funcional y, por encima de todo, lo hecho a mano.

En Mundaya tienen cabida accesorios de lo más polivalente, como los bolsos tote y las bomboneras o las mochilas de tela. Pero también cosas bonitas que alegran la vista y el día a cualquiera: una lámina para enmarcar y colgar en la pared, una taza con un original motivo geométrico que te recuerde que a veces –y solo a veces- rayarse es hasta bueno.

Todo eso y más encontrarás en Mundaya.

Date una vuelta por la web y descubre a qué me refiero.

*P.D.: Por si te lo estabas preguntando, “Mundaya” es el título de una canción que sonaba mucho en uno de mis mejores veranos (y hasta aquí puedo leer). No es un temazo, ni tan siquiera es pasable; simplemente me trae muy buenos recuerdos y sensaciones de lo que debería significar un verano genial.

Lara en el taller con su perro